A quince kilómetros de Burgos, en el término municipal de Ibeas de Juarros. Aquí es donde fruto de la casualidad (las obras en un ferrocarril) y del intenso trabajo de unos arqueólogos, la Humanidad encontró lo que hoy es uno de sus más preciados tesoros: el yacimiento de Atapuerca. Es posible concertar visitas individuales a tres de los yacimientos: la Sima del Elefante, la Galería y la Gran Dolina

Pero las visitas concertadas pueden tardar en concertarse (demasiadas peticiones y oferta estrictamente regulada) así que, si se tiene prisa y/o ganas por saber –a través de reproducciones arqueológicas de diferentes tipos de chozas y cabañas– cómo resolvían sus problemas cotidianos los hombres primitivos siempre se podrá visitar el parque arqueológico abierto a las afueras del pueblo de Atapuerca. Allí, siguiendo las indicaciones de los monitores, uno podrá instruirse acerca de cómo pulir una piedra para hacer un hacha, a la práctica de la pintura rupestre, el tiro con arco y propulsión para la caza o la demostración de cómo hacer fuego con poco más que tus manos y madera.

Otro aliciente para venir…aunque haya que esperar aún un poco: entorno al 21 de marzo, fecha del equinoccio de primavera. Es entonces cuando, en el vecino santuario de San Juan de Ortega, a 10 km de Atapuerca y en plano Camino de Santiago, tiene su cita el fenómeno de la luz equinoccial, uno de los más renombrados en la Ruta Jacobea. A las 17.00 h (hora solar) un rayo de sol atraviesa un ventanuco de la fachada del templo y se posa sobre el vientre de la virgen, tallada en un capitel, tal y como se representaba la Anunciación en las pinturas medievales. Sencillamente…espectacular.

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