Encajonada entre dos ríos, de nombres Llobregat y Besòs; el Mare Nostrum y sierra de Collserola, Barcelona no tiene fácil crecer… por lo que se renueva así misma reinventándose, reivindicándose cómo olímpica, tecnológica, cosmopolita, accesible, de diseño a través de sus manifestaciones, barrios de arriba a abajo –y de abajo a arriba- renovados. Han sido tantas las pruebas de actualización que Barcelona ha dado en las últimas décadas –en realidad, desde los Juegos Olímpicos de 1992, que un observador (algo despistado) de la realidad podría pensar que la ciudad nació ayer: el Distrito 22@ Barcelona; el renovado (viejo) mercado del Borne, donde cohabitan la moda, las últimas tendencias gastronómicas y los últimos gritos culturales; los bares y restaurantes de diseño del Puerto Olímpico; la carismática silueta de la Torre Agbar… hasta Gaudi parece nacido ayer, dada las coloristas y rompedoras formas de sus arquitecturas y esculturas..

¿Nacida ayer Barcelona? Eso podría parecer, pero la realidad es que fueron los íberos los que primero asentaron sus reales en las alturas de la montaña de Montjuic… no lejos de donde, siglos después, unos pobladores íberos se convertirían en los primeros barceloneses. Luego vendrían romanos –para ellos Barcelona sería la colonia la Iulia Augusta Paterna Faventio Barcino-; visigodos; árabes; y, en el año 801 y de manos de los reconquistadores carolíngios, cristiana. O sea, que Barcelona siempre ha sido lo que ahora es: un crisol de culturas… y de sensaciones. Y es que, el que llega hoy a Barcelona encuentra de todo (se admiten apuestas al respecto): cultura, ocio, mar, montaña, arte, deportes, comercio, finanzas, tecnología... Es conveniente que todo ello lo descubra el viajero por sí mismo, que se pierda por sus singulares barrios, que recorra la ciudad de cabo a rabo, de día y de noche, para contemplar cómo la ciudad se transforma y sugiere en distintas, variadas y complementarias pieles.

Descubrir las mencionadas pieles en recorrer las calles del Carmel, barrio asentado sobre la ladera de una de las colinas que enmarcan la ciudad… lo mismo que el célebre Parc Güell (¿Quién va a Barcelona y no lo visita?). Infraestructura pensada cómo corazón de ciudad residencial, y que finalmente acabaría siendo el parque público que es hoy, se aconseja al viajero perderse por algunos (o todos) sus oníricos rincones: la Sala de les Cent Columnas, la Gran Plaça…

Allá arriba Parc Güell, allá abajo Barcelona, con el Port Olímpic en lo que fue el populoso barrio de Poblenou –hoy, entre restaurantes de moda y bares de diseño, allí se alzan los edificios más altos de la ciudad: el Hotel Arts y la Torre Mapfre- y con leves trazas de lo que aquello fue, detectables en los alrededores de calle Pere IV y La Rambla. No estaría de más pasarse por allí después de haber tomado un baño en las vecinas playas de Mar Bella, Bagatell, Nova Icaria o, algo más hacia el sur, en lo que fue antiguo barrio de pescadores –hoy lugar de calles rectilineas y edificios de vidrio y acero, Barcelonesa. No lejos queda el Parc de la Ciutadella, también recomendable, por sus varios museos (por ejemplo, el Museu d’Art Modern) y deliciosos paseos.

Sin quererlo ni beberlo, la caminata se planta ante la estatua de Colon, las dársenas reales (Drassanes Reials) y, a dos pasos, cómo quien dice, la Rambla de las Flores, el barrio gótico (con la hermosa catedral de Santa María del Mar y el museo Picasso como singulares atractivos)… ¿te apetece descubrir el resto?. Pues Barcelona te espera.

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